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En apenas cuatro meses, el novel presidente rompió todas las marcas. Nunca antes nadie hundió tan rápido a la economía. Nunca antes le habían rechazado un DNU a un gobierno que recién iniciaba su gestión. Nunca antes nadie mintió tanto sobre tantas cosas ni se peleó con tanta gente y países al mismo tiempo. Nunca antes nadie intentó hacer una reforma integral de la Constitución por decreto en democracia. Por eso se describe a este gobierno como “desconcertante”. Milei rompe cada día con todas las formas convencionales de hacer política, como si no tuviera que construir consensos para gobernar.
Endilga todas las consecuencias desfavorables de sus acciones, a la “terrible herencia” que habría recibido y se vanagloria de haber impedido una hiperinflación que solo existió en su imaginación, mientras provocó un violento proceso devaluatorio que licuó los ahorros de los argentinos y duplicó la tasa de carestía, achicando jubilaciones y salarios. Y además vacía de alimentos a los comedores populares, demonizando a las organizaciones sociales que los sostienen. Entre tanto, repitiendo que “no hay plata”, avanza en el desmantelamiento de las universidades, el Conicet, la Conae, Arsat, y paraliza la construcción del reactor nacional de baja potencia CAREM, el más avanzado en el mundo en su tipo, entre otras tantas medidas similares.
En paralelo, cegado por su alineamiento ideológico incondicional con Estados Unidos, Inglaterra e Israel, entrega el control de la navegación en el Paraná a los norteamericanos, desarticula los acuerdos alcanzados con China y detiene la construcción de las represas en Santa Cruz, se desentiende de la expansión colonialista de los ingleses sobre nuestro Atlántico Sur y justifica el genocidio de los palestinos que lleva adelante Israel.
Más allá de las implicancias de cada una de estas acciones, muchas expresivas de un virulento odio de clase contra los más pobres, en conjunto perfilan un proyecto de plena subordinación colonial a un polo de poder mundial que no tiene nada que ofrecer a un país como el nuestro, más que una historia de saqueo y encima está en una acelerada decadencia. Al cerrar las puertas al ingreso argentino a los BRICS y sabotear el proceso de integración latinoamericana insultando a los presidentes de la región, Milei se comporta claramente como un agente antinacional, un enemigo no solo de la justicia social, sino de la independencia económica y de la soberanía política de nuestro pueblo. Un pueblo que si lo votó, lo hizo con la expectativa de un cambio que mejorase sus condiciones de vida. Todo lo contrario a lo que está sucediendo.
El peronismo sabe que es en gran medida responsable del surgimiento de este monstruo que se está fagocitando de a poco todo el espacio de representación de la derecha, mientras flaquean las esperanzas de sus votantes de origen humilde, que confiaban que la motosierra no los amputara a ellos, sino a la casta política. Al haber incumplido el contrato electoral que hizo Presidente a Alberto Fernández --Cristina dixit--, abrió la caja de Pandora desde donde hizo su fulgurante aparición el panegirista de los monopolios.
¿Cómo diferenciarse de Alberto y su fracaso político cuando hasta ayer se lo sostuvo y que, además, hizo mucho rescatable? ¿Cómo se le propone a la sociedad un nuevo proyecto de unidad y progreso social, democrático y autónomo, sin confrontar con los que procuran la desarticulación nacional de Argentina para asegurar sus designios de dominación? ¿Cómo se encarna legítimamente la expectativa renovada de un cambio social? Estas preguntas están esperando respuesta desde el campo nacional y popular.
Es que no se trata sólo de resistir, sino también de construir lo nuevo, para dar soluciones a las demandas de una sociedad que procura acceder a todos los beneficios de la modernidad, mantener un nivel adecuado de bienestar y aspira a tener abierta la puerta del progreso social, al tiempo que se resuelven las inequidades del presente, sin odio pero con justicia. Una sociedad con un verdadero federalismo e igualdad de oportunidades, que sigue en gran medida apostando a la plena vigencia de la justicia y los derechos humanos, como volvió a revalidar el pasado 24 de marzo.
Componer otra canción, como pedía Axel Kicillof, que le de identidad a una nueva generación a la que la nostalgia por las glorias justicialistas le dice poco, porque no vivió aquellos tiempos. Hay que recordar que muchos de los votantes de Milei no habían entrado en la primaria cuando Néstor llegó al gobierno. A esos jóvenes trabajadores, muchos informales, hoy ya no los interpela el kirchnerismo.
Mientras no surja esa nueva canción, Argentina se seguirá hundiendo en el pantano de Milei, que también se lo va a tragar a él irremediablemente. El camino que está recorriendo ya condujo a otros tantos fracasos, que significaron como está ocurriendo con su gobierno, una profundización de la severa crisis estructural que padecemos desde hace décadas. Crisis que sólo se resolverá con una profunda transformación de nuestra economía en un proceso de crecimiento acelerado. La oportunidad se está presentando, a condición de retomar el rumbo del desarrollo soberano que no tendríamos que haber resignado nunca.
*Ex Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, es miembro
del Consejo Editorial de la revista “Tesis 11”. Es columnista permanente de “Nuevos
Aires”.