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Lo conocí a principios de los años ’60 en un café de Buenos Aires ubicado en Moreno y Tacuarí, donde se reunía el grupo de militantes y periodistas que habían comenzado a publicar la revista “Todos” que Bernardo Kordon dirigía y de la que Santiago Ferraris, un viejo lobo de redacciones, era el jefe operativo. Allí comencé a escribir sobre temas gremiales y un día, inesperadamente, Bernardo me asigna una tarea que se convirtió en mi primer encuentro con el periodismo político, específicamente. En efecto, luego que el golpe de estado del ’55 derrumbara el Estado de Bienestar gestado por el primer gobierno de Juan Perón a partir de 1946, también concretó el ingreso de nuestro país al Fondo Monetario Internacional (FMI). Por tal motivo, el recetario de ese organismo fundado en 1948 por las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial –“el ajuste perpetuo”, convirtió a la Argentina en el cruel refugio del hambre y la represión.
Por eso, Bernardo, estimó que había que recoger la opinión de un arco de personalidades de distintos ámbitos sobre los designios del FMI, porque ya era necesario revelar los objetivos de ese pérfido instrumento al servicio de los poderosos del planeta. Y nosotros, modesto medio gráfico, debíamos ser parte de la resistencia popular. Por lo tanto, me encomendó la tarea, junto con otros compañeros, de entrevistar a: el historiador Rodolfo Puiggrós; el diputado nacional del radicalismo Carlos Perette (en 1963, fue electo vicepresidente de Arturo Illia); el titular del incipiente Movimiento Cooperativo de Crédito, Floreal Gorini; y un dirigente sindical en ascenso por entonces, Augusto Timoteo Vandor.
El dossier apareció con su título en la tapa: “Reportaje al FMI”. Ése fue el bautismo que recibí, gracias al estímulo que Bernardo brindó, en mi caso, a un muchacho lleno de sueños, con ideales que nunca abandonaría, pero que en esas horas tempestuosas apenas contaba con la audacia de los verdes años sostenida, a su vez, por las ganas de aprender, investigar, descubrir de a poco los entretelones de la realidad.
Por supuesto, seguro que Bernardo nunca supo que con el correr de la vida, un escritor crecido en el suburbio de Buenos Aires trató de esforzarse, permanentemente, en reafirmar un compromiso vital con la palabra y el pueblo que cotidianamente la recrea, porque siempre tuvo en su mente no defraudar aquella muestra de solidaridad y confianza que él nos entregara, actitud que era una característica habitual en ese intelectual reconocido internacionalmente y amigo, nada menos, de seres humanos de la talla de Pablo Neruda, Raúl González Tuñón e incluso, Mao-Zedong, el líder de la República Popular China.
Por otra parte, Bernardo fue el creador de páginas brillantes, tales como: Un horizonte de cemento, Reina del Plata, Vagabudo en Tombuctú, Seiscientos millones y uno, Vencedores y vencidos, y tantos otros textos que honran las letras de nuestro país. Como se comprenderá, resulta emotivo y al mismo tiempo me provoca un profundo júbilo, rescatar la figura de un gran argentino, compañero de utopías y de notable estatura humana.
Bernardo Kordon había nacido en Buenos Aires en 1915 y falleció en Chile en 2002.
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