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Después de 40 años de Democracia se intenta justificar lo injustificable.
Fueron 610 centros clandestinos de detención. ¿Por qué eran clandestinos? Porque no eran detenciones legales. Iban a buscar a “personas sospechosas” a sus hogares, a casas de sus amigos, al trabajo o estudio, en la calle; los secuestraban y los llevaban a esos centros. ¿Quiénes eran las “Personas sospechosas”? una figura que sólo implica una presunción, no es una prueba. Y no se puede privar a alguien de su libertad por una suposición. Pero en aquellos años estar en una agenda podía hacerte “sospechoso/a” y ser motivo de una detención. Debieron llamarse: CENTROS CLANDESTINOS DE SECUESTRADOS.
¿Qué hacían con los secuestrados? Los interrogaban. ¿Y si no querían hablar o no tenían alguna información? ¿Los dejaban en libertad? Primero los torturaban. Tormentos insoportables con picana eléctrica, sumergiéndoles la cabeza en tanques con agua, golpes brutales, etc., etc. Si se les iba la mano, morían. (Y después buscaban la manera de deshacerse de los cuerpos. Enterrándolos, tirándolos al río o el mar, cremándolos en altos hornos, etc. Así se fue creando la figura trágica de los DESAPARECIDOS.) Cuando eran mujeres, todo era peor. Jóvenes abusadas y violentadas. Embarazadas asesinadas y robados sus bebes. (Al día de hoy 137 nietos fueron recuperados por las abuelas. Cientos todavía viven con su identidad adulterada.)
Dirigentes políticos, sindicalistas, personalidades de la cultura, profesores, periodistas, intelectuales. amenazados o advertidos sobre los riesgos para sus vidas; se fueron al exilio. Otros fueron detenidos en cárceles comunes, bajo cargos infames, nunca comprobados. Así al abanico de la represión (salvaje, desproporcionada y en el marco de un plan general pergeñado en el exterior) no le faltó ningún ingrediente.
El plan fue descrito por un miembro de la marina a Jacobo Timerman poco después del 24/03/76 en una entrevista expresa: “Si exterminamos a todos, habría miedo por varias generaciones. ¿Qué quiere decir todos? Preguntó el periodista. Todos. Unos 20 mil. Y además sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres, respondió el marino.” Fue un plan criminal de exterminio. No fue una guerra. Fue un infierno.
Ocurrió que, si alguien no vio, no escuchó, no sintió, no habló, no hizo comentarios. todo ese horror le pudo pasar inadvertido.
Otros consintieron esa cruzada horrorosa asumiendo el sacrificio del “chivo expiatorio” para salvarnos de los pecados (mayoritariamente acusando a los jóvenes). En la otra vereda, la militancia comprometida con la defensa de los derechos humanos, las madres, las abuelas, los familiares, abogados, etc. quedaron como una minoría activa, que tenía la fuerza moral de su lado. Y su prédica humanista fue creciendo hasta sensibilizar a los argentinos y al mundo. Así, junto a los descalabros económicos de la dictadura fue mutando la opinión pública. Hoy la mayoría de nuestra población nació en el marco de las instituciones constitucionales recuperadas en 1983. Difícil, para ellos, concebir lo que fue, ser arrastrados a la degradación humana más aberrante de nuestra historia. Sobre esa realidad subjetiva, la derecha monta un relato falaz, en base a mentiras cínicas. Distorsionando los hechos hasta hacerlos irreconocibles. Incompatibles con las pruebas judiciales e históricas. Sólo la verdad nos hará libres. Y lo mejor que puede hacer un pueblo con una tragedia es exponerla en toda su crueldad, justamente para no repetirla. Para que nuestra conciencia moral, nos impulse a soñar un país justo y digno de vivir, para todes.
Aclaremos. La dictadura (1976-1983) de inspiración imperialista, con promoción oligárquica, ejecutada por los militares y apañada por vastos sectores, no inventó la violencia. Bastaría pensar en el papel de la espada y las armas de fuego durante la colonización, las invasiones inglesas, nuestras luchas intestinas, las masacres de los pueblos originarios en los siglos XIX y XX, la guerra del Paraguay, la semana trágica, la represión en la Patagonia, la introducción de la picana como elemento de tortura, los atropellos a las libertades individuales, la cárcel como herramienta política, la violencia como ejercicio permanente de poder desde el Estado, los levantamientos militares, el bombardeo sobre Plaza de Mayo en 1955, los fusilamientos en José León Suárez, la noche de los bastones largos, la triple A, el gatillo fácil, etc., etc,.
Los militares argentinos (formateados en la mal llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, que en realidad era la Doctrina del imperialismo para la defensa de sus intereses) no inventaron la violencia. Pero la llevaron a la zona más ruin, cruel, degradante y destructiva para la Nación, para la industria, la educación, la cultura, del pueblo en general. Ninguna de las justificaciones tiene asidero. En el marco de las instituciones de la Constitución se podían encontrar sanos remedios para el mal de la violencia. Pero quienes venían violándola sistemáticamente, no podían sentirse cómodos actuando dentro de la ley. Por eso no tienen perdón, son crímenes de lesa humanidad imprescriptibles. Memoria, Verdad y Justicia, sigue sintetizando los valores que no pueden ser adulterados sobre la falsa idea que se trató de una guerra (No fue una guerra) y eso validó todo el accionar ilegal (que abrieron las puertas del infierno)
No terminaríamos de comprender el golpe si nos quedáramos en el terreno político-represivo. La economía puede explicarnos muchas más cosas. Una de las tareas era redistribuir el ingreso en detrimento del pueblo trabajador. Los trabajadores pasaron de participar en un 50% del PBI a un 30%. Mientras los sectores más concentrados (nativos y extranjeros) pasaron de un 50 a un 70%. Esos 20 puntos al día de hoy representan algo más de 100.000 millones de dólares por año. Cien mil millones de dólares que, total o parcialmente, el pueblo tributó (por el terrorismo de Estado) a los sectores más ricos, concentrados, pudientes y privilegiados de la sociedad. Tan gigantesca fue aquella transferencia que (con el paso de los años) quizás estemos hablando de mucho más de 2 billones de dólares. Ése fue el botín por el que vinieron los Martínez de Hoz, los Pérez Companc, los Fortabat, los Bulgheroni, los Macri, los Roca, los bancos comerciales, las corporaciones multinacionales, los acreedores externos, los endeudadores locales y el FMI; que dio su apoyo desde el principio hasta el fin de la dictadura. Los piratas se distribuyeron el tesoro arrancado al pueblo argentino a sangre y fuego. ¡Qué no son capaces de hacer por una moneda de oro o un barril de petróleo! Quien no quiera entender la relación entre los altos índices de pobreza actual y la concentración/fuga de riqueza generada en aquellos años, es que estuvo mirando otro canal.
Para este plan del Poder Concentrado, también el Estado debía ser desmantelado. Un Estado activo capaz de planificar la economía a favor del pueblo resultaba ser un enemigo, de quienes querían transformarse en factores dominantes de la economía, sin límites ni restricción alguna. Los zorros no querían pastor en el gallinero, y llegaron hasta lo imposible para eliminarlo. (Claro que buena parte de estos objetivos iban a culminar durante la administración de Carlos Menem y el gobierno de la mafia Macrista, hoy encontrando continuidad en el Anarcocapitalismo de Milei)
Vienen por todo. Quien quiera leer un poco más profundo sobre ¿que nos pasó a los argentinos? deberá comprender que lo peor de la dictadura terminó el 10 de diciembre de 1983. Pero sus instigadores, los que se creen dueños (nativos y extranjeros) de la Argentina, sus beneficiarios, siguen disfrutando de buena salud hasta nuestros días. Han sido capaces de diseñar un país para pocos. Y lo han sabido mantener. No pudieron aplastar a la Democracia. Pero la doblegan. Saben medir hasta donde se animan los gobiernos de origen popular. Vieron que eran muy modestas sus aspiraciones. Pero ellos no son gente modesta. Ellos van por todo. Saben que aquello no fue una guerra. Fue un infierno al que ellos echaron leña. Sin aquel infierno hoy no tendrían una nueva oportunidad. Un gobierno identificado con aquella praxis no era fácil de conseguir. Y lo consiguieron. Van a tratar de aprovechar la oportunidad para terminar de despojar a los argentinos.
Vamos por lo nuestro. Ahora nos toca a nosotros. Movilizar, organizar, contribuir a aclarar ideas, defender los intereses de las mayorías populares y recrear los sueños. Para erradicar la pobreza, elevar las calidades educativas, científicas, tecnológicas y productivas. Modernizar el país en un marco de Justicia Social. Planificar el desarrollo. Embellecer la vida. Encender todos los motores. Con un pueblo “culto y laborioso”, como diría San Martín. Darle vuelo a la libertad, a la verdadera libertad. Sabiendo que no nos conformamos con haber salido del infierno. Ahora queremos probar que en la tierra argentina se puede edificar el paraíso, haciendo realidad el bienestar general, la felicidad del pueblo y la gloria nacional.
Claramente, no fue una guerra. Fue un infierno.
*Secretario de Derechos Humanos de Avellaneda
**Médico Sanitarista