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La situación mundial actual muestra un crecimiento de la presencia y disputa por parte de los sectores de derecha y ultraderecha en el plano, no sólo económico, sino político y cultural. El capitalismo, en su etapa neoliberal, modificó el patrón de acumulación, que apoyado en el desarrollo del mercado interno y su excedente en la expansión de la industria generaron riqueza y empleo, por otro que apunta el foco en la valoración financiera del capital. En América Latina, lo impuso mediante su apoyo y participación en golpes de estados sangrientos. Y alentando la reaparición y construcción de fuerzas políticas de ultraderechas y neofascistas. Hoy todo el mundo muestra la presencia de partidos políticos de ultraderecha. En varios son gobiernos o en coalición con fuerzas de derecha, que mantienen, desde largos períodos una presencia activa en la disputa política en el contexto de las democracias actuales. En la actualidad gobiernan Italia, Países Bajos, Hungría y acaban de dejar el gobierno en Polonia y ganado por estrecho margen las elecciones en Portugal. Forman parte de los gobiernos, con las derechas, en Suecia, Finlandia, Letonia y Eslovaquia. Formaron o fortalecieron gobiernos de ultraderecha en Austria, Dinamarca, Grecia, Noruega, Suecia y Suiza. En Europa son la segunda fuerza en la mitad de los 27 países. En algunos, si hoy hubiera elecciones, las fuerzas de ultraderechas, tendría enormes posibilidades de ganarlas. Ejemplo en Francia con el partido Reunión Nacional de Le Pen. Se estima que en las próximas elecciones, de junio, para elegir representantes al Parlamento Europeo, se constituirán en la segunda fuerza y, holgadamente, en la primera junto a la derecha tradicional. Dejando, en tercer lugar, al bloque de parlamentarios socialdemócratas. Otro fenómeno muy importante, en los Estados Unidos, lo constituyó el triunfo de Donald Tremp. Que ganó en nombre del Partido Republicano aunque se presentaba como el designado para salvar a su país y atrajo sectores desencantados que terminaron, tras la pérdida de las elecciones, invadiendo el Capitolio. Una acción golpista de ultraderecha. Hecho sin precedente en la historia de los EEUU, que aceleró la presencia de partidos ultraderechistas en el resto de la región. En América Latina, la formación y accionar del Partido Liberal de Jair Bolsonaro, también terminó invadiendo el Parlamento y desconociendo el triunfo de Lula. O Chile donde el Partido Republicano de José Kast es la primera fuerza, y el triunfo, en Argentina, del Partido La Libertad Avanza de Javier Milei, confirman esta nueva etapa. CAUSAS Y ESTRATEGIA DE LAS NUEVAS UTRADERECHAS Hoy los hechos muestran que el sistema capitalista entró en una profunda crisis mostrando su incapacidad de resolver las demandas de los amplios sectores de los pueblos. Creció la pobreza, la desocupación, la precarización y la marginalidad de amplios sectores de trabajadores y capas medias y acumulación de la riqueza en los grupos económicos concentrados. Sumado a la pandemia y el deterioro ecológico, acrecentaron en vastos sectores populares, la desorientación, el pesimismo y falta de certezas de cómo resolver los problemas de la vida, el descrédito de la política, los viejos partidos políticos y parte de la dirigencia. En esta realidad, se encarnaron los nuevos –viejos- Partidos Políticos, de ultraderecha, que se presentan como como fuerzas nuevas conducidas, en algunos casos por mesías, o elegidos. Y que hoy disputan el dominio de los aparatos del estado y la conciencia, ganando las elecciones mediante el voto de mayorías y en muchos países explicitando claramente sus nuevas, viejas, recetas para resolver la crisis, que terminan acrecentando la miseria de las masas populares y la entrega de los recursos naturales. Rechazan el papel del Estado, hablando de LIBERTAD, y que todo lo resuelve el MERCADO. Promueven el individualismo. Desprecian lo público. Se proponen destruir las organizaciones y derechos sindicales y sociales e impedir la unidad y las luchas de los pueblos. Incitan el odio a los inmigrantes, son racistas, están en contra de diversidad sexual, antifeministas, niegan las atrocidades de las dictaduras y algunos reivindican la época de Hitler y Mussolini. Desprecian y no respetan las mínimas reglas de la democracia actual. En política exterior, los gobierno de ultraderecha, apoyan a los EEUU en su lucha contra Rusia y en particular contra China. Tal cual lo expresó, en su visita a la Argentina, el actual director de la CIA Williams Burns, ¨tenemos un problema a corto plazo Rusia, pero un problema mayor a largo plazo, China´´ y agregó con ´´China nada, pero nada de nada”. Callan frente a las declaraciones del Primer Ministro inglés David Cameron cuando se arroga la pertenencia de las Islas Malvinas. Acuerdan la acción de la OTAN de apoyo a Ucrania. No promueven la Paz y envían armas. Y con la política genocida de Israel en Gaza, y los bloqueos. Saben que una guerra mundial sería la destrucción del mundo, pero no dejan de mantener un ´´juego peligroso´ que sirve para defender sus posiciones, el requerimiento de los recursos naturales, él armamentismo y beneficiando al complejo industrial militar. Como estrategia, caracterizan la crisis de forma mentirosa, como catastrófica y responsabilizan, según donde sea, a la política de los Estados, los inmigrantes, la casta, los parlamentos, ciertos dirigentes. Proponen lo que parecen nuevas medidas para salir de la crisis económica. Y mediante el dominio de los medios de comunicación, en especial las redes sociales, libran una gran batalla política y cultural. Una situación que requiere atención de las fuerzas democráticas y populares del mundo para analizar, autocríticamente, coordinar las fuerzas, discutir alternativas y desplegar una batalla cultural.